"Sé que ese azul radiante que lleváis en los ojos
es un cielo pequeño con un oro dormido" Vicente Aleixandre

jueves, 10 de mayo de 2012

Quiero ahuyentar a las certezas... 
A la gente embadurnada de certezas habría que empujarles al precipicio. Por ejemplo, una cuestión sobre el universo. Hablemos de individualidad. No hago más que rememorar afectos, no hago más que recrearme en tiempos muertos, los de los muertos. Me sorprendo, tengo que desasirme de mí misma, y me sorprendo, esperando su llegada. Pero, por Dios, tanta ilusión mata de pena. ¿Es que vendrá un capítulo aparte? ¿Acaso es un folletín por entregas? No, así que punto y final aquí. Ni siquiera es tan fácil, ¿para qué asumirlo? Preferiría tener que tragarme todas las gramíneas de la novela de Casa de campo, preferiría ahogarme de calor como el cerdito- niño de Donoso y luego tragarme las gramíneas, con tal de que sucediese a las puertas del calor del verano; lo prefiero a tener que lamerme los miedos uno a uno, estas grietas de la desesperanza una a una. Supongamos que tanto esfuerzo de aniquilación de la vulnerabilidad no sirve para nada. Supongamos que no somos más que lo que hemos repetido una y otra vez: el enjuague bucal, el vaso de leche, las zapatillas de dormir, esas ganas de frases insignes, indubitables, los zapatos, los pantalones vaqueros, el color del lápiz de ojos, el blanco y negro, las notas rasgadas de Satie. Y, de repente, quise escribir Debussy,  como por encargo. Pero las teclas se rebelaron justo antes de desfallecer. Creíamos que teníamos respuestas, pero sólo enlazamos acertijos. ¿Dónde queda exactamente Vinteuil? Eso quieres preguntar, pero sigues tentado de adivinar: Vinteuil sólo es anhelo.

1 comentario:

  1. Vinteuil existe al final de cada tramo de un camino incomenzado e inacabado, donde la certeza no existe, donde las respuestas buscan preguntas, donde una melodía sostiene los días y el anhelo la vida.

    Un abrazo azul

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