"Sé que ese azul radiante que lleváis en los ojos
es un cielo pequeño con un oro dormido" Vicente Aleixandre

domingo, 15 de enero de 2012

LA LIEBRE Y LA TORTUGA

   Algunos niños pobres viven en casas sin ventanas y cuando crecen son adultos olvidadizos. Sólo porque no han visto la luz en la etapa más importante de su vida… Pero tienen cierto brillito en los ojos que a veces recuerda al niño que podrían haber sido. Yo conocí a un niño pobre. Lo conocí hace algunos años, cuando tú aún no habías nacido. Se llamaba Mario y siempre llevaba un trajecito de hombre mayor y unas botitas rojas. Tenía cinco años. Le gustaban las tortugas. De hecho, tenía una. Es extraño que un niño pobre tenga una mascota tan sofisticada, pero Mario la tenía. La recuerdo muy bien. Caminaba por el lado más cercano a la pared, siempre. Y Mario, solemne, a su lado, le decía todo lo que no debía hacer: no debía pararse a cada momento, no debía meter su cabezota en el caparazón, no debía quedarse absolutamente quieta nunca. Mario pensaba que si se quedaba quieta,  alguien la pisaría y volvería a quedarse solo, sin nadie con quien pasear, ni regañar. No sabía lo resistente que es la casa de las tortugas. Nadie le había contado nunca el cuento de la liebre y la tortuga. ¿Puedes creerlo? Nunca nadie le había contado ese cuento. Nunca nadie le había contado ningún cuento. Pero se sentía muy feliz mirando cómo caminaba su tortuga y sonreía, y luego se ponía muy serio cuando la tonta no le hacía caso...Y es que algunos niños están tan solos, que no tienen ni cuentos… No llores, era sólo una historia para que te comieras las acelgas.

9 comentarios:

  1. Se nota que era complicado hacer encajar esta frase al final de una historia, aunque lo has conseguido.
    Me has hecho ver con claridad, más que a Mario y su tortuga regañada, a la madre que explica la historia a la criatura mientras lo despista, intentando hacerle comer las dichosas acelgas.
    Eso es lo que más me ha gustado del relato: que he podido ver lo que no hay escrito.
    Felicidades!
    Un beso.

    Hell.

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  2. Lo que tienen que decir las madres a los niños para que se coman un plato de acelgas, a mi personalmente me gustan, ahora claro, de pequeño no, más que no es que la pinta que tenían eran demasiado horribles como para saber que podrían saber bien... je. Me ha gustado. El niño y su tortuga, cuidándola a ella se cuidaba a si mismo. Besotes. Mundoyás.

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  3. Creo que es universal que a los niños no les gusten las acelgas, ¿no?
    !Gran historia! Breve, pero muy buena

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  4. Muy bueno, Teresa. La frase "algunos niños están tan solos, que no tienen ni cuentos" ha tocado hueso :'(

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  5. Digo yo que con esa historia se comería las acelgas, ¿no? bufff! Me ha gustado mucho, es triste la historia de Mario, pero a la vez inspira muchísima ternura.

    Besos!! :)

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  6. Es complicado que una frase encaje en el final y eso es lo que me pasa contigo esta semana... que la historia es bonita pero el final me mata. Tendré que buscar la forma d verlo.

    un saludo

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  7. Siempre dedicando un hueco en tus escritos a los niños. Entrañable relato, como siempre. Un besazo.

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  8. Pues sí que la he leído, y tras ello pienso que hubiera cometido un gran error si llego a hacerte caso :)
    La frase final es si misma como un plano paralelo a la historia, su banda silenciosa original. Porque creo que no llora por no querer las acelgas, sino por algo mucho mas profundo que causa esas lágrimas casi imperceptibles. Me encanta la delicadeza con la que tejes tus historias, parten del interior un sentimiento que en cada una es uno distinto pero que en todas convergen en ese sinfín que es lo humano, desde la niñéz hasta la vejéz. Un ser capáz de aislar y de aislarse.
    El drama de la soledad bellamente narrado. Un abrazo de seis interminables segundos

    La fotografía la hice a un poster que vi en el lateral de una estantería de un juzgado de primera instancia :) Me llamó la atención y la atrapé. Muchas se pierden sin hallarles un destino, a esta se lo encontré gracias a unas acelgas.

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  9. Las madres tienen que inventarse una y mil formas de hacer que los niños se despisten de lo que tienen delante para hacerles comer un poco más... Yo reconozco que era una de estas niñas, y que mi madre tenía una paciencia conmigo que se la agradeceré siempre. Me ha gustado mucho.

    Por cierto, si quieres de verdad la receta de las acelgas, dime a dónde te la mando :) Y si en la foto te tienen buena pinta, saben aún mejor jajajja.

    Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.

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