"Sé que ese azul radiante que lleváis en los ojos
es un cielo pequeño con un oro dormido" Vicente Aleixandre

domingo, 11 de diciembre de 2011

Retazos...

   Me pasé parte de la adolescencia mirando a mis abuelos. Ellos marcaban la diferencia. La madre de mi madre y el padre de mi padre. Impenetrables, férreos. A mi abuela la vi luchando a diario, sin fijarse, asumiendo que la vida era así: había trabajado mucho, y había perdido a su hermano, muy joven, en la guerra. La Guerra Civil Española. Ella nunca habló de su dolor, pero su fotografía en grande, guapo, elegante, con traje, siempre presidió la segunda parte de la casa, más íntima, con olor a neftalina, más prohibida. Siempre adoré el olor de sus cajones. Y el suyo propio. Olía muy bien. Antes de leer a Proust ya había descubierto yo mi proclividad a hundirme en un mundo de olores, o a extasiarme de todas todas. El comienzo del buen tiempo era para mí, cambiar el papel de las paredes de casa de mi abuela. Si me preguntáís a qué huele el sol, os diré: a higuera, a la gran higuera del patio de mi abuela. Se mezclaba la cola, con el papel (aún el papel se ponía como necesidad y no por un lujo vintage), y toda la familia, las mujeres, participábamos en ello. Gracias, abuela, porque nunca he sido más feliz sin saberlo.

1 comentario:

  1. Lo que nos dan los abuelos, difícilmente nos lo puede dar nadie, esa es su magia, yo tengo también muchos recuerdos de mi abuela sobretodo y tienes razón, son un mundo de olores. Beso

    Mundoyás

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