ALOCUCIONES
Sólo porque yo no te lo dije, no recogiste los últimos soles de agosto.
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Qué desmedido intercambio era ese paseo tuyo por la vida leve.
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Y a duras penas: sorprendido, feroz, febril, raro. La conciencia del tiempo: tú.
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Sublimes tempestades que clamaban a Eolo. Pero Eolo siempre andaba en otras cosas…
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Aleteos interminables de fieras arrogantes. Un vuelo interno que no tiene luz en las entrañas.
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No escuches la lluvia… Su ritmo contundente ensordece las almas desde entonces.
Y mientras te leo esta noche oigo caer sobre el alfeizar las primeras gotas de lluvia de este año, y a Eolo romper con fuerza desde el poniente, cuando hace ya tiempo que el sol se recogió, mientras escucho el alma de este poema.
ResponderEliminarUn beso azul